
MIREYA
Una mujer de 60 años, blanca de ojos claros y cabellos rizados castaños, mide aproximadamente 1,77, contextura acuerpada y es fumadora compulsiva. Nacida en la ciudad de Medellín, creció en las comunas del norte de la ciudad al cuidado de su abuela paterna, al cumplir los 11 años se escapó de su casa y fue en busca de su madre, quien era una trabajadora más del sexo de la noche citadina paisa. La niña la busco entre la noche colorida y peligrosa del centro de la ciudad, entre burdeles y discos que poco a poco la fueron obligando a seguir los besos pagos de su madre.
En un sin números de noches mal pagas por sus clientes Mireya fue madurando a golpes moralistas, que son los únicos recursos que brinda esta sociedad desalmada a la infancia de este país. Sus senos crecieron, a su pubis le salió bello y su boca aprendió a besar, se cotizo entre sus compañeras de calle por su movimiento sicalíptico al caminar, es así que llega a un prestigioso burdel en donde trabaja para un hombre de apellido raro y ojos azules como el mar, Rigiolei fue con quien por primera vez hizo el amor y nueve meses después sitió lo que realmente era esa palabra extraña en su mundo “el amor”, llego a sus brazos Ana Lucia una bella niña también con ojos de mar.
Ana lucia llego a sus 11 años despeinada y roquera, ayudaba a su madre a cuidar sus dos hermanas menores, también fruto de las noches mal pagas de los hombres, mientras Mireya ganaba el sustento básico de subsistencia.
Una madrugada lluviosa Mireya llega a casa cansada de la noche y encuentra a Ana Lucia llorando asustada en el baño, con su cuerpo manchado de sangre, amorosamente Mireya toma en sus brazos a su hija y le explica que ha llegado a su cuerpo la semilla de la vida. Ese mismo día Mireya toma la decisión.
Entre frio, miedo y desventura llega Mireya y sus tres hijas a la moribunda capital, sin rumbo ni ilusiones y con tan solo la certeza de cambiar el destino de Ana Lucia, Amanda y Helena. Mireya no permitirá por nada del mundo que sus hijas se conviertan en putas.
Debajo de un puente y abrazadas unas a otras cubiertas con un plástico y cantando villancicos, estas mujeres son socorridas por la devoción y amor del padre Aurelio, una agua panela caliente y un pan, fueron el inicio de la nueva vida e ilusiones de esta mujer, sus tres pequeñas y el inmenso amor a Dios.
Mireya nunca perdió el color de sus ojos, ni su alegre sonrisa, es una madre divertida, entregada y amorosa con sus 3 hijas y sus miles y miles de nietos, que llegan y se van todos los días de su casas hogar. Mireya todos los fines de semana sale a la Bogotá moribunda a sacar niños de la calle y ofrecerles un hogar, una familia.
Desde la noche que el viejo cascarrabias, padre Aurelio le ofreció la ayuda de Dios, Mireya recibió el llamado y se encamino sagradamente a cumplir con la palabra de este Dios, desde ese día se dice que ella es “La madre de los hijos de Dios”.